Abril de 1983: David Bowie publica Let’s Dance (EMI), su decimoquinto trabajo de estudio. Es el álbum más vendido de toda su carrera, más de 10,7 millones de copias a nivel mundial, un pelotazo comercial. Supuso un cambio en la deriva artística de un David Bowie que pocos años atrás había firmado sus discos más experimentales. Este giro de timón desembocaría en dos discos, Tonight (1984) y Never Let Me Down (1987), que buscaban la explotación de la fórmula comercial y acabaron en patinazo musical. El resarcimiento y la reconducción de su carrera llegaría en 1989 con el audaz proyecto Tin Machine.
Pero, ¿de dónde venía Bowie cuando publicó Let’s Dance? Tres años antes había publicado Scary Monsters (and Super Creeps) (RCA, 1980), una consonancia perfecta entre la resaca vanguardista de la ‘trilogía de Berlín’ y una estética musical al gusto del público. Scary Monters anticipaba el estrellato comercial de Let’s Dance. Al mismo tiempo, destilaba los activos renovadores de Low (1977), Heroes (1977) y Lodger (1979), conocidos hoy como ‘la trilogía de Berlín’ (a pesar de que Lodger se grabó entre Suiza y Nueva York).
«Let’s Dance» fue el primer sencillo del álbum y se convirtió en un hit absoluto que perdura hasta nuestros días. Muy probablemente su éxito hubiese sido mucho menor de no ser por el guitarrista Nile Rodgers, coproductor del disco. El propio Rodgers cuenta cómo, en diciembre de 1982, Bowie le llamó para que fuera a Suiza a trabajar con él en la grabación de lo que terminaría siendo Let’s Dance. Una propuesta irrechazable.
Ya en Suiza, Bowie entró una mañana en la habitación de Rodgers y le tocó los dos acordes (La menor 7ª y Fa) sobre los que se sustentaría su próxima canción. El músico inglés jugaba introduciendo algunas variaciones en los acordes y los ejecutaba en su guitarra de doce cuerdas con un ritmo propio de folk. A partir de un esbozo tan simple, Rodgers empezó a jugar con los acorde añadiéndole su característico estilo y teniendo en cuenta los gustos de Bowie.
Conociendo la querencia y el interés de Bowie por el jazz, Rodgers enriqueció los acordes (tranformó el La menor 7ª en La menor 13, y le añadió la séptima al Fa mayor). Además, transformó el ritmo folk en uno mucho más funky y subió medio tono la canción (de La menor a La sostenido menor) para darle un cariz más brillante y bailable. No contento aún con el sonido obtenido decidió llevar la sucesión de acordes a la siguiente octava (es decir, al siguiente La sostenido más agudo). Finalmente, añadió el último detalle de originalidad añadiendo un delay (eco), y dejando que este efecto se encargara de hacer el ritmo. De esta manera, Rodgers buscaba desmarcarse de su propio estilo, del funky, para no quedar encasillado y, al mismo tiempo, servirle en bandeja a Bowie el hit que tanto ansiaba.
La transformación de los acordes fue realmente beneficiosa para la canción. La armonía se volvió muy interesante para tratarse de un tema rock o pop.
Nile Rodgers
La aportación de Nile Rodgers fue vital en el resultado de «Let’s Dance», así como en el conjunto del álbum. Es un guitarrista único, experto en crear éxitos (de ahí el nombre de su guitarra, la Fender Stratocaster Hitmaker). Su manejo de las seis cuerdas no conoce la decadencia y sigue firmando hits contemporáneos como el incontestable «Get Lucky» de Daft Punk. Bowie, demostró su astucia habitual asociándose con Rodgers. El sonido dance-rock resultante de Let’s Dance terminaría reventando las listas de ventas en todo el mundo.
Si quieres escuchar en voz del propio Nile Rodgers cómo se dio la evolución de «Let’s Dance», tienes el video a continuación:
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