Songhai (II): el experimento se convierte en disco

En 1988, el experimento de Mario Pacheco y Joe Boyd se materializa en el primer disco de Songhai, el álbum conjunto de Ketama y Toumani Diabaté.

El proyecto Songhai es un pozo sin fondo. Los artistas, aún apenas conociendo la tradición que tenían enfrente ya sea la malí o la flamenca, partieron de un respeto mutuo. Si la tradición propia era profunda e imponente, la ajena también lo era. El disco intentó juntar ambos estilos partiendo de lugares comunes.

Songhai (1988) comienza con “Jarabi”, un ejemplo perfecto de lo que nos encontramos a lo largo del álbum: ritmos generalmente binarios creados con kora y guitarra flamenca, percusiones formadas por palmas, cajón y djembé, y voces a cargo de los componentes de Ketama junto a los coros de los músicos africanos. Una combinación que nadie pensó y que funcionaba como si hubiera convivido bajo el mismo techo desde tiempos inmemoriales.

Según avanzamos en el álbum, el viaje se hace más intenso y agradable al mismo tiempo. La perfecta coordinación instrumental y las voces que portan consigo ecos de infinitas generaciones nos transportan a ese lugar común. “Mani Mani Kuru” parte de un ritmo de guitarra en el que los coros y voz de Toumani Diabaté toman protagonismo. “Caramelo” es otra joya en la que la salsa flamenca, que oficializará Ketama, se une con la salsa africana tan popular en Malí. En “A Toumani” un pletórico Sorderita le canta a Diabaté por fandangos en uno de los mejores cortes del álbum.

El disco continúa con el single que llevó a lo más alto a Songhai, “Vente pa Madrid”, y que aún suena en el imaginario popular. Sin embargo, es “África” la joya del disco. Una vez más unos fandangos casi deconstruidos toman forma en la voz de Sorderita, trasportada por una kora mágica. Los últimos dos temas del álbum indagan en ese diálogo imposible pero natural que define el proyecto. “A mi tía Marina” es Ketama quien lleva el liderazgo y en “Ne ne kiotaa”, Diabaté, pero como en todas las canciones, no hay mezcla ni fusión, sino música conjunta.

Songhai catapultó tanto a Ketama como a Toumani Diabaté a la fama, ya no sólo en Reino Unido y Francia, donde el disco fue recibido entre vítores y aplausos en su gira de presentación, sino en sus propios países. Diabaté comenzó a ser reconocido en Malí, donde un innumerable grupo de músicos tradicionales siguieron sus pasos, publicando discos tanto puramente tradicionales como de acercamiento a otras culturas, consolidando así al país como el centro de creación musical inagotable que sigue siendo. Ketama por su parte, dieron el campanazo en España entre la crítica, que les había despreciado anteriormente. Aunque el público masivo español aún no comprendiera Songhai, quizá demasiado “exótico” para las conservadoras radios del país, la semilla estaba plantada con “Vente pa Madrid”.

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