‘The Slow Rush’, la vanguardia incesante de Tame Impala

The Slow Rush es un disco de texturas. Un disco más denso y menos fino que su antecesor, pero un disco soberbio de igual manera.

Desde, InnerSpeaker, su álbum debut, no hemos escuchado dos trabajos iguales de Tame Impala. Ciertamente podríamos emparejarlos por su sonoridad: Lonerism (2012) es la evolución de InnerSpeaker (2010) y The Slow Rush (2020) continúa la línea de experimentación electrónica de Currents (2015). Es posible que The Slow Rush sea un disco más denso y menos fino que su antecesor, pero es un disco brillante de igual manera. Kevin Parker, una vez más, sigue experimentando con la mixtura entre lo orgánico y lo electrónico, y el resultado es soberbio.

The Slow Rush es un disco de texturas, y así lo atestigua la suma de capas con la que comienza «One More Year». Esta conga parece invitarnos a entrar a la fiesta interior del trance. El desvanecimiento del trance se ve interrumpido por la animosa «Instant Destiny» que lleva al oyente a «Borderline», el primer adelanto del disco, un hit incontestable. Kevin Parker demuestra sus dotes como productor en la disposición de los elementos. El bajo es la liebre a la que van siguiendo el resto de instrumentos en una suerte de walking bass sublime. Esta formula de hit conducido por el walking bass se repite más tarde en «Lost In Yestarday», donde el riff del bajo se establece de nuevo como el elemento conductor.

«Posthumous Forgiveness» se erige como la joya del disco, la pieza más dramática y experimental. Una nebulosa melódica condensada sobre un punteo de guitarra (con altas reminiscencias a la intro de «Redbone» de Childish Gambino). Junto con «Breathe Deeper» supone una demostracion de la capacidad creativa de Kevin Parker. A estas dos podríamos sumar «On Track», igual de genial, si bien menos experimental, pero más efectiva. Los acordes suspendidos (en el tiempo) del piano nos elevan a un estado de abstracción sobrenatural que se estabiliza con la entrada de la batería.

Antes de «On Track» encontramos un tema mucho más orgánico y acústico: «Tomorrow’s Dust». Este corte bien podía formar parte de In Rainbows de Radiohead . Una progresión de acordes arpegiados y un falsete propios de Thom Yorke (especialmente similar a «Reckoner»). Cierto es que la producción luego va por otros lares.

En la recta final del disco, «Is It True» la podríamos incluir en ese grupillo de canciones más bailables y desenfadadas. «It Might Be Time» es una de las grandes sorpresas de este tramo final, la canción parece aplanarse en la intro, pero el ritmo contundente y directo de batería desenmascara la canción. La batería acapara todo el protagonismo en la mezcla de forma inteligente, consigue llevar el tema de la planicie al estrellato. El álbum prosigue con el paisaje sonoro de «Glimmer», no todo van a ser hits, la realidad de Tame Impala es la experimentación.

«One More Hour», la última canción del disco, parece compendiar todos los elementos de The Slow Rush. Un paseo sobre la cabeza de Kevin Parker, sobre lo característico de Tame Impala, sobre la vanguardia incesante y la necesidad creativa. Tame Impala es rock, es piscodelia, es electrónica, es Beatles, Daft Punk, MGMT y Radiohead. Y no nos olvidemos, su artífice es un solo hombre, Kevin Parker: productor, teclista, batería, guitarrista, sampleador, bajista, cantante. Un genio.

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