A pesar de su corta trayectoria, Maria Arnal i Marcel Bagés han conseguido generar gran expectación sobre sus trabajos. No es para menos, su primer disco 45 Cerebros y Un Corazón (2017) fue un debut excelente. Además, siempre han optado por el angosto camino de la vanguardia y la experimentación, algo digno de alabar. Esta experimentación continúa en CLAMOR y converge con una intención por parte del dúo catalán de buscar nuevas sonoridades y mecanismos musicales. Lo que ya mostraron en el adelanto «Fiera de Mi».
Ya con «Milagro», primer corte de CLAMOR, nos transportan a la atmósfera lunar de la portada. Seguimos con el trabajo de texturas vocales de «Ventura», donde se confirma el elixir de sonidos acústicos y electrónicos que va a bañar el disco. Eso si, «Ventura», como otras canciones del disco, ganaría en la escucha si no se hubieran excedido en su desarrollo. En este caso, la canción pide terminar en el interludio que hay a mitad de la misma. Tras «Fiera de Mi», llegamos al primer tema en catalán, «Meteorit Ferit», en ella se dan una magnífica progresión instrumental de Marcel Bagés y un trabajo melódico que lleva la voz de Maria Arnal a su registro más delicado y especial.
Comienza ahora la parte más experimental de CLAMOR. Hay que rendirse ante lo bien que se mueve el dúo catalán en este terreno, pantanoso para artistas ya consagrados que no logran sorprender a casi nadie. A pesar de tener ese aura lunar, elementos como el trinar de los pájaros en «Jaque» o los cencerros de ganado ovino en «Cant de la Sibil·la» nos ponen los pies en la tierra. La diversidad de texturas vocales parece infinita a lo largo del disco y logra especial solemnidad en el tramo final de «Cant de la Sibil·la». La sensación de cierto conceptualismo que atraviesa el disco se acentúa con cortes de experimentación sideral como el breve «Murmuri».
En las colaboraciones con Morphosis Ensemble («Tras de Ti») y Kronos Quartet («Jaque») conviven a través de la retroalimentación los sonidos orquestales con los sintéticos. No son los típicos arreglos de cuerda, son arriesgadas disonancias y tensiones armónicas sobre las que la voz de Maria Arnal y las percusiones electrónicas de Marcel Bagés cabalgan desbocadas pero con mesura. En este tramo escuchamos los mejores compases de CLAMOR, los que nos hacen alunizar en el cráter lunar de la portada.
«El Gran Silencio» es una pieza interesante, rica en lo rítmico y atrevida en cuanto a la entrada tardía de la voz. Sin embargo, a estas alturas del disco ya empieza a percibirse un abuso del medio tiempo y los bucles instrumentales, y los temas se tornan, en algunos casos, predecibles por exceso de repetición de ciertas secciones y arreglos. Esto se rompe con el tempo pausado y denso de «Hiperutopia», como si transitara por la ligera gravedad de la Luna, cuya coda es un auténtico collage sonoro. La oda a la experiementación concluye con «Alborada», una disonante pieza carente de línea vocal, que da cuenta de la importancia que Maria Arnal i Marcel Bagés le dan a lo instrumental a pesar del potencial y la personalidad de la voz de la cantante.
CLAMOR es una visión contemporánea (o futurista, si se quiere ver así) del folklore y la tradición. Letras que combinan concienciación social y sentimentalismo individual. Un disco empapado por la música electroacúsitca desarrollada por compositores del siglo XX como Stockhausen, Pierre o Schaffer, y llevada a lo popular de una manera sutil y contundente a partes iguales. Once cortes de paisajes sonoros espaciales que nos devuelven a la Tierra a través de la singular voz de Maria Arnal, sus letras críticas y directas, pero poéticas, y el ingenio de Margel Bagés en lo musical.