NACHO VEGAS: «El pudor es un gran enemigo de las canciones»

El cantautor asturiano vuelve a Madrid de la mano de Inverfest con su concierto en La Riviera el próximo sábado, donde presentará nuevas canciones, el álbum 'Mundo Inmóviles Derrumbándose', y repasará hitos imprescindibles de su repertorio.

Vienes publicando estos últimos meses varios sencillos, como el recién lanzado “Añada de Lea”, con cierta línea continuista respecto a Mundos Inmóviles Derrumbándose (2021). ¿Qué relación guardan estas canciones?

Son canciones que pertenecen a un mismo momento. Algunas fueron escritas poco tiempo antes de empezar a grabar el disco, y estas se fueron fraguando y las terminé mientras estábamos ya en la gira. Históricamente, antes de grabar un álbum, siempre solía publicar un EP que sucedía al álbum, y que de alguna manera son los “hermanos pequeños” de este, pero que también anticipaban lo siguiente que vendría. En este caso, como grabamos el disco con una formación nueva, por ejemplo, Juliane Heinemann [guitarra y voces de la banda] no pudo estar en el disco, y también me apetecía contar con ella en el estudio para estas nuevas canciones. A lo mejor, luego en primavera, recopilamos estos singles en un EP.

¿Cómo ha afectado el cambio de banda al sonido del disco? Los arreglos son, generalmente, muy livianos y etéreos, y conjugan a la perfección con el aura de fragilidad que rodea a este álbum.

Tengo la suerte de tener una banda donde todos los miembros tienen mucha sensibilidad. Hacen una lectura de las canciones que a mi me sorprende muchas veces. Para mi es muy importante la gente con la que trabajo en los discos, porque una vez que las canciones están escritas, ponerlas en común con la banda se convierte en un trabajo muy colaborativo. Por fortuna, estuve muchos años con una banda con músicos buenísimos, que precisamente por eso están teniendo su propio éxito con León Benavente. La pandemia me permitió reconfigurar la formación, y aun cuando no estaba formada del todo, fuimos produciendo el disco con Hans Laguna, que me presentó al sector catalán de la banda. Es un proceso continuo de ir conociéndonos y hacer que eso se refleje en las canciones.

Y en el directo, ¿ha influido?

Para mí es muy importante que, ya que las canciones se nutren de emociones y de afectos, la parte afectiva fluya con la banda. Durante las giras compartes muchas horas y tienes que llevarte bien. Somos muy amigos y eso se nota en el directo. Tenemos que saber estar al servicio de las canciones, que se diluyan nuestros egos. Que las canciones estén por encima de nosotros y logren esa conjunción con el público, que es un activo de la propia música.

Antes de grabar Mundos Inmóviles Derrumbándose (2021) sufriste un bloqueo creativo. ¿Llegaste a pensar que quizá nunca ibas a volver a ser capaz de componer?

Es algo que suele ocurrir. Al principio, en los primeros discos, escribes a un ritmo muy endemoniado, pero después llega un punto en el que sufres un bloqueo creativo y se te viene el mundo encima. Después te das cuenta de que son momentos que pasan y que sirven para tomar un poco de distancia, que las canciones vuelvan a surgir. Así que llega un momento en el que no te agobian estos bloqueos creativos. Es verdad que con la pandemia fue algo más largo de lo normal, pero tenía que ver con la falta de vida en el exterior. Lo hablaba una vez con Ismael Serrano en aquella época, nos sorprendía escuchar a compañeros y compañeras de oficio decir que el confinamiento fue un momento prolífico para escribir y sumergirse en el mundo interior. E Ismael y yo no comprendíamos cómo se puede tener mundo interior si en ese momento no hay mundo exterior. No estábamos preparados para las consecuencias emocionales de la pandemia. Empecé a ver amigos que encadenaban bajas laborales, parejas que se rompían, suicidios de gente muy cercana. En menor o mayor medida, nos afectó a todos. Y eso afecta a las canciones, de ahí que en el disco se perciba cierta fragilidad y vulnerabilidad. Las canciones fueron un refugio, pero también una manera de pensar en que tocaba reconstruir todo eso de una manera que podía ser dolorosa, pero que había que afrontar con ilusión y con ganas.  

Este sábado 28 de enero estarás en La Rivera dentro del festival Inverfest ¿Qué nos puedes adelantar de este concierto?

Llegamos a Madrid cumpliendo un año de gira desde que salió el disco. En este año ha ido variando el repertorio. La banda y yo hemos ido conociéndonos mejor, tenemos un sonido más engrasado. Es un momento muy bonito, afrontamos la recta final de la gira de Mundos Inmóviles Derrumbándose. A las canciones del disco se suman los singles que hemos sacado las últimas semanas y canciones de casi todos los álbumes. Estamos en un momento muy especial.

¿Repasas mucho las canciones cuando estás escribiendo?

Repaso y corrijo muchísimo. Es lo que más tiempo me lleva. Es difícil que las canciones me salgan del tirón. De hecho, con este último álbum, durante el bloqueo creativo, muchas canciones ya estaban esbozadas, pero no terminaba de hacer que salieran y llegara a buen puerto. Hay canciones que tardas meses en terminar y otras que las empiezas durante un disco, y al final terminan formando parte del siguiente tres años después. También hay que saber cuándo dejarlas descansar y ponerte con otras nuevas. Mucha gente menciona una frase que le atribuyen a John Lennon que dice que, si tardas más de 15 minutos en escribir una canción, no me merece la pena. Pero luego leí que Leonard Cohen decía que él tardaba años en escribir una canción. Así que estoy entre John Lennon y Leonard Cohen.

Tradicionalmente, ¿se nos educa para desprendernos de “El Don de la Ternura” a cierta edad?

Seguramente, si. Sobre todo a los hombres se nos educa para que seamos tipos duros. Se supone que es algo que ha ido cambiando en los últimos años, pero no tanto como nos creemos. Hay algo educacional en esta forma de entender cómo funcionan las relaciones. Lo vas aprendiendo con el tiempo. Se planta una semilla en los años que van de la adolescencia a la juventud, que todo se absorbe y hay tantos viajes iniciáticos. Es importante ser consciente de los pequeños detalles, de ser amable con la gente, por ejemplo, porque luego son esos pequeños detalles de los que surgen grandes cosas como las canciones.

En tu discografía es habitual encontrar canciones protagonizadas por personajes: “Ramón In”, “Hablando de Marlén”, “Aida” (de la Fuente), “Adolfo Suicide”, ¿son siempre personajes reales?

Siempre te inspiras en una persona real, aunque luego las canciones se articulan de maneras muy diferentes. En ocasiones, esa realidad de la que partes sufre un proceso de transformación y termina alejándose de ella. Necesitas de la ficción para extraer algo de verdad. A veces, la verdad está más en la ficción que en la propia realidad. Otras veces si es verdad que apenas hay ficción, como en el caso de “Ramón In”. Por ejemplo, en “Hablando de Marlén” es una mezcla de una historia real que me contaron y una noticia que leí en un periódico. Yo por lo menos necesito tener siempre un referente en la realidad, por lejano que sea. Otras veces, construyes un relato en primera persona para una tercera persona, como ocurre en “El hombre que casi conoció a Michi Panero”. Quién está hablando a lo largo de la canción es una especie de octogenario que está en su lecho de muerte, repasando su vida, y sus highlights solamente son momentos patéticos. Y hay gente que todavía me pregunta por versos de esta canción como si fuera yo el protagonista. Quizá en estas canciones aprovechas esa máscara, ese disfraz, para hablar de las cosas que más te avergüenzan de ti mismo. Como se hace en el método Stanislavski en teatro. A mí me han llamado muchas veces impúdico por algunas letras, pero es que el pudor es un gran enemigo de las canciones.

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