‘Gigaton’, la renovación truncada de Pearl Jam

Crítica de 'Gigaton', el undécimo disco de Pearl Jam, publicado siete años después de su último trabajo de estudio.

Partamos del axioma de que Pearl Jam es una banda del siglo XX, no del siglo XXI. Es (o fue) un estandarte del grunge, sin embargo, no hizo ningún disco notable en los últimos 20 años. De sus últimos cinco trabajos se recuerdan canciones concretas. Los de Seattle se han convertido en una banda de directo, en lo que son excepcionales. Pero tras siete años de silencio discográfico, su undécimo álbum, Gigaton, deja una sensación agridulce.

Agria en cuanto que se percibe una carencia de identidad. Incluso la carismática de voz de Eddie Vedder parece falta de fuelle, cosa que paradójicamente no ocurre en el directo. Sin embargo, si es algo de lo que adolecía Lightning Bolt (2013), y sin duda es algo que repercute en la capacidad emocional de las canciones. Dulce en cuanto que hay un puñado de canciones que muestran cierta intención de renovación de la banda, de probar cosas nuevas. Jeff Ament, como siempre, está excelente, y Matt Cameron consigue al fin mostrar su catálogo de recursos con Pearl Jam.

El disco comienza de manera engañosa, poniendo una miel en los labios que no cataremos. La intro de «Who Ever Said» termina por ser lo más experimental del disco. Tanto el primer corte como la ya anticipada «Superblood Wolfmoon» son todo lo que ya conocemos de Peal Jam, su zona de confort. Dos canciones rockeras y con pegada, un simulacro más de «Life Wasted» (Pearl Jam, 2006) y similares, que pretenden cierta elaboración con algún cambio de dinámica. Lo mismo ocurre con «Never Destination» o «Take the Long Way», parecen reversiones de «Spin the Black Circle» (Vitalogy, 1994). Pero poniendo todo en valor, Pearl Jam se mueve bien en ese terreno, y son temas con garra que, utilizando la jerga popular, «molan».

El sonido fresco y actual del primer adelanto, «Dance of Claivoyants«, fue una grata sorpresa, y lo sigue siendo en el que podemos decir que es el mejor tramo del disco. «Quick Escape» logra aunar la esencia más iracunda de Pearl Jam, con elementos novedosos, más inesperados. La vorágine final generada por la guitarra de McCready, la batería de Cameron y el bajo de Ament es sublime.

El propio Ament es el autor de «Alright«, una canción reposada y agradecida, un medio tiempo flotante que Pearl Jam ya ha demostrado dominar. La instrumentación, con pinceladas más electrónicas, es espontánea y hace de la compossición de Jeff Ament una de las mejores canciones del disco. El cierre del disco, «River Cross», utiliza mecanismos semejantes, y resulta ser una conclusión del disco eficaz.

«Seven O’clock», con un Vedder muy Springsteen, no se hace larga al final, pero si al principio. Si se hace algo plana «Come Then Goes» (posiblemente dedicada a Chris Cornell) una balada acústica muy a lo The Who, que consigue despertar algo con la modulación del último minuto, pero 6 minutos es demasiado para un tema a guitarra y voz sin cambios sorpresivos, ni Bob Dylan. También conducida por una guitarra acústica de 12 cuerdas, le sucede «Retrograde». En este caso con la banda al completo, que , por desgracia, no consigue sumar demasiado.

Quizá lo más decepcionante es que es un disco que muestra más la limitaciones de los músicos que integran la banda que sus virtudes. Sobre todo por la renovación que se presuponía a partir de «Dance of Claivoyants». Y la realidad es que Pearl Jam no dan para más, tenemos que asumirlo. Ellos, sin embargo, deben seguir luchando contra ello. En Gigaton han intentado franquear nuevas vías, escrutar sonidos distintos, y la realidad es que en cierta medida lo han conseguido.

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