Parece que el flamenco ha de estar sujeto siempre a renovaciones. Una necesidad incandescente, por parte de un sector de la crítica y el público, de que cada nuevo disco flamenco sea una nueva fusión. Especialmente desde finales del siglo pasado y lo que llevamos de este, resulta casi inaudito no ver ligada la etiqueta flamenco a rock, fusión, jazz, entre muchas otras. La realidad es que las grandes revoluciones flamencas ya las comandaron Camarón y Morente hace 40 años y hasta el final de sus carreras, y sus vidas. Israel Fernández y Diego del Morao escapan de esta necesidad de reinventar la pólvora. Firman Amor, un disco de flamenco tradicional, a voz, guitarra y palmas, un disco de flamenco fresco cuya actualidad reside en la contemporaneidad de Israel Fernández y Diego del Morao, y su saber hacer.
Uno de los puntos fuertes de Amor es el catálogo de palos flamencos que presenta. Demuestra el conocimiento del cante y del toque flamenco de ambos artistas. El timbre de voz de Israel Fernández es singular, no abusa del desgarro, pero su cante se resquebraja cuando la interpretación lo precisa, como en “Bulería del Reproche”, o se templa para empezar a cantar los versos de Gustavo Adolfo Bécquer en “Soleá del Cariño”. Su voz puede incluso ser dulce como en los compases finales de “Alegrías de Santa Ana”. El cantaor, no sólo interpreta, también firma las letras de Amor.
En los once cortes de Amor, Israel Fernández y Diego del Morao presentan: alegrías, malagueña, soleá, tientos, bulerías, murciana, tangos, granaína, seguiriya y fandangos. Para ello no recurren a más artificio que su propia magia y talento, el aire purista de los jaleos y las palmas, y la excepción de la percusión para marcar el compás de “Seguiriya del Desvelo”. El repertorio de falsetas de Diego del Morao a las seis cuerdas parece casi infinito, sin duda uno de los iconos de la guitarra flamenca. Condensa la tradición, el linaje de su padre, Moraíto Chico; y las innovaciones en el toque introducidas por maestros como Paco de Lucía, Pepe Habichuela o Tomatito, a lo que se suma una asombrosa capacidad técnica. Cada nota que ejecuta suena cristalina. Para muestra, un botón; solo hace falta escuchar las líneas de “El Anhelo (Bulerías)”.
El título del álbum, Amor, no solo sintetiza la temática de su lírica, también da cuenta del amor que profesan y demuestran ambos músicos al flamenco de raíz. Supone la confirmación de un artista en ascenso, Israel Fernández, que se apoya en la guitarra de un artista baqueteado y excepcional, Diego del Morao. Amor es una sinergia de cuerdas, las vocales de Israel y las seis de la guitarra de Diego. También una declaración en sí mismo: no debe haber una continua necesidad de innovación en el flamenco, lo que hay es que hacerlo bien, e Israel Fernández y Diego del Morao son dos maestros. Si, según ellos mismos han declarado “el flamenco está hecho, simplemente se enriquece, lo llevas a tu filtro emocional”, ellos están en la vía de lograr esta tarea tan compleja: enriquecer el flamenco.
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