Después de una trayectoria tan prolífica, ¿qué te motiva a seguir creando música?
Lo mismo de siempre. No hay ninguna diferencia. Cuantas más cosas haces, más amor le coges a la música. Cuántos más años pasan, más tienes que agradecerle: la cantidad de gente que conoces, las experiencias que vives, los viajes. Ya puedo decir que llevo toda la vida con la música, y le estoy muy agradecido. El amor es así. Cuanto más los vives, más crees en él.
El jazz es la antítesis de las tendencias musicales actuales. La libertad absoluta frente a la producción en serie. ¿Está el jazz condenado a ser una música minoritaria?
No. Yo creo que ahora hay una gran cantidad de festivales en todo el mundo, y muchos aficionados. El aficionado a la música va a existir siempre, porque la música ha sido conmovedora en cualquier momento de la historia, un vehículo de comunicación de primer orden. Cuando compartes la música haces amigos, te unen momentos inolvidables: en un escenario, en el salón de tu casa o en una sala de conciertos. Sea jazz, sea folclore, o lo que sea, da igual el tipo de música. Estas categorías vienen más por la parte industrial que por la parte del melómano. A los que nos gusta la música nos da igual, con tal de que sea buena, te emocione, te sorprenda, te haga mover el pie y te mueva el corazón. No importan las etiquetas.
Tus composiciones son mayoritariamente instrumentales. ¿Qué facultades posee la música instrumental que no tiene la vocal?
La mayor diferencia es que cuando haces música instrumental, dependes de la tecnología. Aunque sea algo sencillo, como un tambor. Eso hace que no tengas el recurso atávico de comunicar tan fácil como lo haces con la voz. Cuando escuchamos a alguien cantar, nos llega el mensaje directamente, no tenemos la barrera del instrumento. Por otro lado, cuando trabajas con música instrumental, tienes otra libertad. Con la voz estás limitado a las dos octavas que tenga el cantante y no puedes salir de ahí. Como la música para mí es un juego, tanto cuando hago canciones, como cuando hago música instrumental, lo importante es que te diviertas y vayas encontrando soluciones a los problemas que siempre te plantea una composición.
¿Cuál es tu opinión acerca de que el jazz sea el gran olvidado de la educación en España? Se estudia a autores clásicos/académicos, e incluso pinceladas de música popular, pero nada sobre jazz.
El jazz es la música del siglo XX y se podría aprovechar. Pero lo que está mal es que la música no se está enseñando, cuando, según los propios pedagogos, se debería enseñar antes que el lenguaje escrito. Precisamente porque es atávico, y tiene unos recursos expresivos que el lenguaje no tiene. Comunica otro tipo de pulsiones más emocionales, es una comunicación más directa. Y, sobre todo, lo que tiene la música es que te hace escuchar al otro, con la persona que estás tocando, estar atento a que entre tu parte, hacer un dueto, o el ensamble de un grupo grande. Esto es básico para aprender a convivir. Se le debería dar esa dimensión, más que centrarse en la técnica o en la teoría. Hace falta implementar más música en las escuelas desde el principio. Los valores que tiene la música, los tiene cualquier música, sin importar su estilo y su época. Puedes encontrar los mismos valores en una pieza de John Coltrane que en una de Schubert, aunque suenen completamente distintas.
También has compuesto bandas sonoras. ¿Qué ha de tener en cuenta el compositor para hacer la música de una película?
Es como si te dieran ya un tema: la trama, los diálogos, los colores, las luces, los movimientos, el ritmo de montaje…son claves que te dan la respuesta a lo que tienes que componer. Tienes que estar atento a lo que tienes que expresar y hacerlo lo mejor posible. Los músicos también tenemos una larguísima trayectoria para conocer las claves que tiene la música con el teatro, desde los griegos. Esos recursos permanecen fijos y se siguen usando igual en la música de cine. Lo que cambia es la expresión de cada tiempo. Cada generación tiene que buscar su lenguaje. También procuramos significarnos y diferenciarnos de la generación anterior.
En la década de los 90 fuiste técnico de sonido de la sala El Sol. ¿Qué lecciones te llevaste de esta experiencia?
El técnico de sonido es en estos momentos es un músico más. Toma decisiones que afectan a la música en todo momento, casi como un director de orquesta. Modifica los timbres, elige el balance, los efectos, el volumen… Es fundamental. Para mí la experiencia de El Sol fue un aprendizaje para ver la música desde ahí, y conocer a la gran cantidad de grupos de todos los estilos que pasaron por la sala. Fueron nuevos años en los que lo pasé muy bien. Donde más me gusta estar y donde más me gusta tocar es en las salas, tienes muy cerca a la gente y te da mucho respeto.
Jazz Con Sabor a Club reivindica el espacio originario del jazz: los clubes. ¿Crees que estas salas tienen la consideración que merecen?
Para nada. Es algo que se tiene completamente olvidado. Es la base de la cultura popular en estos momentos. Debería haber mucho más apoyo institucional. Porque, como comentaba antes, la sociedad más cultivada es la que mejor convive, la que más sabe respetar a los demás. Lo que te vas a gastar en cultura, te lo vas a ahorrar en sanidad y en otras muchas cosas. El vandalismo no se generaría si se diera más espacio a la cultura. Es fundamental que se apoye y se sufrague. Los músicos llevamos 20 años cobrando lo mismo por tocar en un garito y al final lo terminas haciendo por amor a la música.
Mastretta es un conjunto nutrido de un número importante de músicos, ¿es una apuesta arriesgada hoy en día?
En nuestro caso, el valor nos lo da tener un grupo grande de músicos que llevamos muchos años tocando juntos. Llevamos con este proyecto desde el año 98. Ha ido poco a poco creciendo, y la comunicación a nivel musical y a nivel humano es mucho más intensa, mucho más productiva y mucho más expresiva y artística. El amor se nota a la hora de hacer música, y con músicos con los que has compartido tanto tienes un lazo muy estrecho.
¿Qué encontrará el público en el Café Berlín el próximo sábado 5 de noviembre en vuestro concierto de Jazz Con Sabor a Club?
Hay muchas músicas incluidas en lo que hacemos por la procedencia de los músicos del grupo. Algunos han tocado rock, otros jazz, flamenco, blues, de todo. También hay mucha diferencia de edad del más mayor al más joven. Esto genera mucha riqueza dentro del grupo. Damos mucho lugar a la improvisación. Hay unos temas fijos, pero cuando unos lo están haciendo, otros acompañan con una improvisación o viceversa. Entonces se crea esa sorpresa que, con ese nivel de libertad, a veces, lo que genera, llega a sorprendernos a nosotros. Eso es lo bonito que se puede encontrar el público: ver a unos músicos que están disfrutando del momento, y que esten pasando cosas incluso inesperadas para los propios músicos. Eso es lo que más nos distingue.