Comúnmente asociamos la etiqueta música pop a la música comercial. El término pop simplemente hace referencia a lo popular, lo que nos lleva a la siguiente cuestión: ¿Qué es «lo popular»? Podríamos resaltar dos acepciones. En primer lugar, lo popular es lo que proviene del pueblo o, simplemente, pertenece al pueblo. También se puede interpretar como popular lo que triunfa entre la mayoría, entre la masa. En el ámbito de la música, ambas acepciones, según quién las interprete, pueden tener connotaciones negativas. En el primer caso, por la supuesta supremacía de la música académica (clásica) sobre la popular según los sectores más rancios de la cultura. En el segundo, porque muchas veces se da por hecho que lo que gusta a las mayorías tiene que ser facilón y no está hecho para nuestro oído gourmet. Franco Battiato es uno de esos genios de la música popular que rompió los moldes de este arte, atravesando a las masas con composiciones repletas de intelectualidad.
Franco Battiato ha fallecido a los 76 años tras su retiro de la vida pública hace unos tres años. Junto con Lucio Battisti, la gran figura de la música italiana del siglo pasado. Conocedor de las vanguardias europeas de la música académica contemporánea de su tiempo y amigo del compositor alemán Karlheinz Stockhausen. Battiato fue un investigador sonoro incansable que bebía de innumerables fuentes con melodías pop como resultado de su ecuación y el rock progresivo como referencia habitual. Consiguió la más difícil: hacer simple lo complejo. Sus 30 trabajos de estudio dan cuenta de todo esto. Auténticos hits como «Veglio Vederti Danzare» o «Centro di Gravità Permanente» se alternan en su discografía con composiciones que apuntan a lo académico, como su suerte de sonata L’Egipto prima delle sabbie (1977), apadrinada por el mismísimo Stockhausen; la experimentación con la música dodecafónica en Fetus (1971), Pollution (1972) o Sulle corde di Aries (1973); o su reciente disco Del Suo Veloce Volo (2013), en directo al alimón con Antony de Antony and The Johnsons.
Battiato nació el 23 de marzo de 1945 en Riposto, en la provincia de Catania. Tuvo que soportar la temprana muerte su padre, lo que aferró la relación con su madre, por la que siempre mostró fervor y admiración. Con ella se mudó a Roma en 1964, donde empezó a componer sus primeras canciones, pero su verdadera andadura musical comenzó cuando se instaló en Milán en 1967. Cualquier música que llegaba a sus oídos la asimilaba, la sujetaba a experimentación y la hacía propia. Trabajaba de manera incesante, desde 1971 hasta 1983 grabó prácticamente un álbum por año. Como la mayoría de artistas cercanos a la música progresiva despreció nuevas tendencias musicales de su época más simplistas como la new wave o el punk. Las canciones de Battiato estaban plagadas de referencias y su escucha entraña una labor humanística, una reflexión entre lo metafísico, lo romántico y el existencialismo.
Su música es una amalgama de pop, psicodelia, electrónica, minimalismo, música electroacústica, folklore, rock, vanguardias europeas y música académica. Cabe señalar que en sus composiciones había múltiples colaboradores habituales: el productor Angelo Carrara, la cantante Giuni Russo, el cantante Mino di Martino, el músico Francesco Messina, el violinista Giusto Pio, el compositor Roberto Cacciapaglia; o los filósofos Manlio Sgalambro y Henri Thomasson, que colaboraron en algunas de sus letras. A parte de sus colaboradores, tenía inspiradores asiduos como Aldous Huxley, Duchamp, Proust o el místico ruso George Gurdjieff del que proviene aquel maravilloso concepto del centro de gravedad permanente. Además de su música, cultivó otras disciplinas artísticas como la dirección de dos películas, o la pintura bajo el seudónimo Suphan Barzani. Franco Battiato, un artista poliédrico, que permanecerá reencarnado eternamente en su música.
Porque si puedo crear y darte mi creación, puedo tener la oportunidad de vivir en tu memoria para siempre.
Jacques Attali