‘Mesa para Dos’ de Rubén Pozo y Lichis, con las canciones al punto

Crítica de 'Mesa para Dos', el flamante primer disco del proyecto conjunto de Rubén Pozo y Lichis, dos trovadores de la vida cotidiana.

Si este disco fuera una comida, sería una hamburguesa, de esas clásicas, con buena carne, queso, unos pocos vegetales y alguna salsa. No tiene demasiados elementos, demasiados ingredientes, pero satisface cualquier paladar. Canciones con aire americano. Cortes electroacústicos sustentados en el rasgueo de una guitarra o un piano. Dos artistas llanos, de andar por casa, de los que caen bien, de los de barrio. Rubén Pozo y Lichis son dos ebanistas de canciones, y su Mesa para Dos cuenta con las mejores maderas.

Ambos cancionistas se alternan el testigo del protagonismo con naturalidad y equidad. A lo largo de las doce canciones que componen el disco, predominan las cantadas a dúo. También hay momentos para que cada uno tome la voz cantante por su lado, pero sin intención de imponerse. «Rock de Pueblo» expone todo con lo que Rubén y Lichis se sienten identificados, y los giros de los acordes rehuyen de la comodidad y lo evidente, y resuelven con nota. En «Asco y Vergüenza», Rubén ofrece su honestidad habitual y un break brillante con alta inspiración Beatles después del primer estribillo. Las referencias a The Beatles continúan en «El Hombre-Orquesta», con la cita de «I, Me, Mine» de Harrison. Este medio tiempo en primera persona de Lichis termina de traspasarte con los coros de Mariana Pérez (batería de la banda) en el estribillo.

Siguiendo con los referentes innegables, «Abracadabra» tiene esa rueda de acordes y ese aire country que viene directamente de «Sweet Virginia» de los Stones. Rubén y Lichis le suman una letra exquisita. Las exquisiteces líricas continúan en «Mesa para Dos». El dúo muestra su capacidad para escribir canciones que apuntan a contextos propios y concretos como «Carta a los Catorce» o «Nudo Sur». La primera es un ejercicio epistolar al yo adolescente inquieto e inseguro en pubertad que se enrabieta en el estribillo. La segunda es un completo himno con aire de tribuna de estadio a la zona sur de la capital y sus situaciones cotidianas.

Rubén Pozo y Lichis han encontrado su media naranja compositiva. Entre ellos se produce una sinergia creativa. Sus maquinarias se engrasan con reciprocidad. Temas que sorprenden, que están a la altura de sus mejores cortes solistas, o que incluso los superan. Y, además, canciones que hablan de cosas; una evidencia no tan obvia en estos tiempos de consumo express. Letras cotidianas y certeras sobre la vida del hombre llano. Se percibe una preocupación por hacer algo nuevo, y cada uno se molesta en mostrar su mejor versión. No son canciones urgentes, son canciones trabajadas y repasadas con el fin de demostrar que estos dos trovadores tienen todavía mucho que decir y muchas historias que contar.

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