Crítica de ‘Triángulo de Amor Bizarro’, la ruptura consecuente

La banda gallega Triangulo de Amor Bizarro publica su sexto trabajo, con título homónimo y un sonido más cercano al rock alternativo contemporáneo.

Cuando una banda publica un álbum con título homónimo, todos esperamos que sea un trabajo singular dentro de su discografía. Probablemente el que más represente o defina su sonido. En este sentido, Triangulo de Amor Bizarro juega al despiste. Triángulo de Amor Bizarro (Mushroom Pillow), su sexto LP, se descarrila del habitual sonido noise de la banda para destilar pop contemporáneo, a partir de su propia esencia transgresiva.

La música, como cualquiera de las artes, ha de ser una cuestión emocional. No nos confundamos, las emociones no tienen porque ser bonitas o positivas. La rabia, la sensación de incertidumbre o caos, el odio, la tristeza, el anhelo, también son, muy a nuestro pesar, emociones humanas. Triángulo de Amor Bizarro siempre ha tenido presente estas «bajas emociones». No se había prodigado tanto en el cultivo de la conexión emocional amorosa y más puramente sentimental. En este trabajo lo logra, especialmente en temas como «Asmr para Ti» o el elocuente cierre «Cura mi Corazón».

La bipolaridad de las voces de Isabel Cea y Rodrigo Caamaño es una las improntas de la banda. Pero no sólo su rango vocal, también su identidad como autores y como interpretes es una de las grandes preseas de la formación. La alternancia de registros a lo largo del disco lo hace aún más ameno e interesante, pues muestra la progresión como artesanos de los compositores.

El comienzo, con «Ruptura», es una reivindicación de los TAB de siempre, y termina siendo, después de escuchar el resto del disco una mirada a sus trabajos anteriores. De hecho, el arranque del disco es bastante punk. Es una entrada fulgurante y apabullante a lo que se viene. Progresa con una onda más alternativa según avanza. Líricas como las de «Vigilantes del espejo», «Canción de la fama» y «Acosadores» ponen el foco en temas muy concretos con letras llanas y directas sobre la vida ludica a los 40, la repercusión mediática del músico y el deplorable comportamiento de algunos hombres con el género femenino.

«Fukushima» es la gran pieza del disco. A lo largo de sus 6 minutos de duración se desarrolla todo el buen hacer de la banda, que firma el tema más maduro y consistente de su discografía. Cada una de los músicos interviene en el momento exacto, con el motivo necesario. Y es una dinámica que se repite a lo largo del disco. Todos los temas se desarrollan con mesura, sin excesos, los instrumentos van sumando ingredientes y sazón a la composición. No se cae en lugares comunes, se busca la experimentación. Se prueba en los interludios instrumentales y se constanta en cada uno de los cortes de álbum.

Triángulo de Amor Bizarro, con Carlos Hernández (un valor seguro) a los mandos de la grabación, es el trabajo más fino de la banda gallega. No porque sea un disco explicitamente menos ruidoso, sino porque la disposición y la intervención de los elementos musicales es la idónea. Aunque con conceptos y pretensiones distintas, continúa la línea ascendente y la progresión de Salve Discordia (2016). Probablemente, Triangulo de Amor Bizarro, haya encontrado en su disco homónimo su nueva identidad: la experimentación al servicio de la canción y la gestión más rentable de los agentes musicales.

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